Si le preguntaras a tu tatara-tatara-(elevado-a-n)-abuelo de Cromañón:
-Te queda bien esa piel de mamut, por cierto, ¿Qué es el tiempo?
Fácil que te respondiese:
-¿Lo cuálo?!
Y es que el concepto tiempo no existía. La vida simplemente se componía de una sucesión de hechos sin expectativas sobre cuándo empezaban o tenían que terminar.
- Cariño salgo a cazar..
- ¿Y a qué hora vienes?
No.
Después del día venía la noche, y luego otra vez el día, y así todo el rato. Tampoco hacía falta mucho más.
Y así estuvimos tan a gusto miles y miles y miles de años hasta que un egipcio con sueño ligero lo cambió todo.
Se conoce que el tipo se desvelaba facilmente y para coger el sueño se levantaba y miraba al cielo a ver si así le entraba modorra.
Con la tontería se dio cuenta de que cada noche había 12 estrellas que aparecían, sin excepción, una detrás de otra.
A partir de entonces, cuando estaba harto de dar vueltas en la cama, salía al patio y contaba cuántas estrellas estaban fuera. Así se hacía una idea de cuánta noche le quedaba por delante, si le daba tiempo a dar otra cabezada o ya le tenía cuenta levantarse y desayunar antes de ir a currar a la pirámide.
Luego se lo contó a su cuñado, éste lo contó en el bar y al poco todos los vecinos de Tutankamón dividían la noche en 12 partes.
Y ya que estaban, hicieron lo mismo con el día y así nacieron las 24 horas.
-Oh
Después los babilonios que eran muy perfeccionistas quisieron afinar más.
A éstos les molaba bastante el sistema sexagesimal que usaban en sus movidas astronómicas, así que dividieron cada parte del día en 60 partes más pequeñas y, como les parecía poco, cada una de éstas en otras 60 más, dando a luz a minutos y segundos.
Después los Romanos lo copiaron todo, como siempre, y lo pusieron de moda por medio mundo.
Con los años la sociedades se hicieron más complejas, cada vez había más gente con la que ponerse de acuerdo y lo de medir el tiempo se volvió imprescindible para relacionarte con otras personas.
En unos pocos siglos pasamos de los relojes de sol a los de arena, luego a los de péndulo, después los de cuerda y finalmente a los CASIO con luz, alarma y water resistant.
(Eso si que era señalización y no lo de Apple)
El reloj es un gran invento, de eso no cabe duda. De lo contrario no habría partidos de futbol ni devolución de los billetes del Ave, sin embargo también ha traído efectos secundarios.
Y es que medir los días con tanta precisión nos hace pensar en el tiempo como un ente separado de la realidad.
Como decidir cuánto dinero gastas o cuánto colacao le pones a la leche.
Pensar en el tiempo como algo que podemos usar y llegar a controlar es un mal punto de partida.
Te lo explico con una metáfora profunda (warning)
Un pez vive en el agua y gracias al agua. El agua está ahí, estaba antes de llegar él y seguirá estando cuando se vaya. En ningún momento el pez se plantea que el agua le pertenezca, ni intentará controlarla. Sólo puede nadar en ella. El agua es lo que hace al pez.
En forma de titular: No tenemos tiempo. Somos tiempo.
Podemos decir también que hay vida porque hay tiempo. En otras palabras la vida es tiempo y el tiempo es vida.
Ser consciente de que vida y tiempo son lo mismo es quizás el primer paso para mejorar nuestra relación con las dos cosas.
Y para no dedicar más vida a este email, lo dejo aquí y seguimos otro día.
Abrazo
Ezequiel
PD: Antes de la década de 1750 los relojes de bolsillo no eran nada precisos, podían atrasarse varias horas cada día. A partir de 1755, con la invención del “escape de palanca” (lo que hace el tic-tac) se redujo el error a sólo uno o dos minutos por día y se acabaron las excusas para llegar tarde a la comida con los suegros.
Hace muy poquito reflexionaba sobre estas mismas transformaciones que hemos experimentado en nuestra percepción del tiempo, mediadas en gran medida por la tecnología. Aquí te la comparto:
https://jajugon.substack.com/p/las-metamorfosis-de-cronos